Cierro los ojos y sin quitarme la ropa hacemos el amor como pájaros. Al vuelo. Y maneja el agua, la espuma se eleva hasta las nubes y la inteligencia de la tierra las confunde. Y los árboles abandonan sus hojas con fe ciega en su regazo. Y viajan como pájaros. Al vuelo. Y hacemos el amor, como las hojas, que son pájaros. Al vuelo, entre las nubes o la espuma.
Colapso.
Y soy consciente de mi aspiración. Corrígeme, inspiración. No, mido mis palabras en este momento aislado. Visualizo el aire putrefacto que ha estado caminando por mis pulmones, como si la vereda estuviera abierta al paso de extraños visitantes. Corrígeme, lo está. No. O sí. Quizás. Alteraciones incandescentes, chispas de las ruedas de los carros por el sendero virgen y expectación insana. Y grito por asfixia en medio de una aspiración. Porque las chispas de los carros guiados por huesos cubiertos de carne brillante y grasa como manteca podrida me repugnan. Vomito agua, antes cristalina, ahora hogar de plásmidos ajenos a mi cuerpo. Ansias por domar lo salvaje y doblegarlo ante la oferta de la ejecución de la anciana vestida de luto que acecha las amapolas silvestres que guardan el camino. Aspiran. Pero la niebla sobre mis poros se disipa y los sentidos se solidifican, o se convierten de forma definitiva en humaradas. Y los unicornios cabalgan a una velocidad nunca imaginada por una mente humana. Y vencen. Junto las amapolas, la vereda salvaje, las piedras y la luna.
Colapso.
martes, 29 de mayo de 2012
Sueños febriles con gotas de sudor convexas. No corras tanto. Mi dedo la persigue con un aire paralelo. Tarde. Taladra la almohada. Agónico estallido que moldea mi tímpano con un nuevo sostenido. Agudo, grave, chirriante. Pierdo el conocimiento, o no. Quizás nunca lo llegué a mantener en ningún cajón carcomido por tus tijeras infantiles. No me lo tengas en cuenta. Asumiré en mi cuaderno escrito en negativo que mi caos interno me enturbia las pupilas, se disfraza de mar infinito y me seca la lengua, de incienso lascivo y anula mi olfato, mi habla... mi pulmón... Lascivo tacto. Viviré un mundo braille, con tus lunares invisibles, dormiré con la carencia. Seamos carencia. Soy. Hoy.
Colapso.
Y puede ser que haya nacido sólo para amar. Para inscribir mi alma con un beso, un suspiro.En cambio busco en letras lo que tu me vetas con tus acuarelas putrefactas, con tu carbón blanquecino. Hablo profanando tumbas malditas, intentado que por el pánico mi discurso se incline y se derrame sobre los cuerpos.Aléjate de mi sin dejar de tocarme.
Despídete y en la distancia no corrompas el silencio, no lo violes como suele hacerlo mi alma temblorosa bajo tus sábanas, sigue murmurando en los kilómetros.
Y cuando la profecía de tu oscuridad invade mis ojos y se transforma en lágrimas, suplico a tus sombras pecadoras que se alejen, que vuelvan los ríos de luz, o que aparezcan por primera vez.Haz que tu cuerpo sea mi casa y no corrompas el silencio.
Pero vuelvo a violarlo, lo detono con mi aullido.Estoy asustada, tus sombras perversas se han pintado de color.
Ya sabes, con tus acuarelas putrefactas, con tu carbón blanquecino, con tu sangre espesa.
Colapso.
Busqué entré mis alas algo de tiempo. Quizás el tiempo perdido en manejar algo con carencias maleables. Todo es relativo. Nada permanece. Y se eleva sin evaporarse. Observo como se aleja, como se convierte en una pequeña mota de polvo, frágil, temporal. Todo es relativo. Nada permanece. Y desaparece. Desaparece. Intento refugiarme y se me desgarra el alma con la verja oxidada que protege el terreno de lo estable. Sangro agua y no es cristalina. Grito desde el fondo de mi estómago y humillo a mi garganta. Soy un pájaro. Todo es relativo. Nada permanece. Naceré en el cielo y me acunará el sol. Soy un pájaro. Y los pájaros pueden volar. Si él te pregunta por mí, dile que no volverá a verme volar jamás. Consuélale. Murmurale que me recordará por la pluma que dejé sobre su maleta. Siempre hecha, preparada.
Colapso.
El río lunar les iluminó cuando querían dormir entre sales y establecer un campamento con las anémonas, cuando querían que los peces tropicales perdidos en un mar al que nunca pertenecieron se alimentaran de su piel. Esa noche tenía tantos poros como suspiros, para él, para los peces, los delfines, la luna. Para él, repetiré. Sentía que podía recibir a cualquier ser en sus poros, quería formar parte del mundo marino. Y eso fue lo que hicieron aquella noche en la que el halo de la luna no era espectral, no era fantasmagórico, era un chorro de luz cegadora, más brillante que la de las estrellas diurnas. El vivió en su piel, y por entonces todos los pagos estaban saldados. Cálida y gélida noche sentida.
Por fin el Sol matinal, plácido, como si fuera domingo, apareció y con él se fundió la luna.