martes, 29 de mayo de 2012

El río lunar les iluminó cuando querían dormir entre sales y establecer un campamento con las anémonas, cuando querían que los peces tropicales perdidos en un mar al que nunca pertenecieron se alimentaran de su piel. Esa noche tenía tantos poros como suspiros, para él, para los peces, los delfines, la luna. Para él, repetiré. Sentía que podía recibir a cualquier ser en sus poros, quería formar parte del mundo marino. Y eso fue lo que hicieron aquella noche en la que el halo de la luna no era espectral, no era fantasmagórico, era un chorro de luz cegadora, más brillante que la de las estrellas diurnas. El vivió en su piel, y por entonces todos los pagos estaban saldados. 
Cálida y gélida noche sentida.

Por fin el Sol matinal, plácido, como si fuera domingo, apareció y con él se fundió la luna.


Colapso.

No hay comentarios: